viernes, 3 de junio de 2016

03 JUNIO 2016

Viernes, 3 de junio de 2.016
[San Carlos Luanga y compañeros mártires, San Cecilio de Cartago, Santa Clotilde, San Cono de Lucania, San Davino armenio, San Genesio de Clermont, San Hilario de Carcasonne, San Juan Grande, San Kevin de Glendalough, San Lifardo, San Morando, Santa Oliva de Anagni, San Ovidio, San Pedro Dong]




2006El Parlamento de Montenegro declara la independencia tras aprobarse en referéndum el 21 de mayo.
1980Incidente del Chip Defectuoso: un fallo técnico dispara una importante alerta de guerra termonuclear en los Estados Unidos.
1966Revolución cultural en China.
1940La Batalla de Dunkerque termina con una victoria táctica para Alemania obligando a los aliados a retirarse, en la llamada Operación Dinamo.
1769El navegante británico James Cook se halla en Tahití.
1654El rey Luis XIV de Francia es coronado en Reims.
1621Los Países Bajos fundan la Compañía de las Indias Occidentales.
1098Los cruzados europeos arrasan Antioquía.
1992Inicia la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, Brasil
[Fuente: efemerides.net]

Al que me conoce sabrá que no soy yo un tipo muy musical. Que mi cuerpo se desconecta de mis orejas al escuchar cualquier ritmo y soy incapaz de moverme siguiendo un compás, pero he de reconocer que la música nos acompaña a lo largo de nuestras vidas, hasta el punto de que hay algunas canciones se nos quedan grabadas en la mente asociadas a una ocasión en concreto.

Cuando sufrimos por un amor o desamor todo lo que suene en la radio suena exclusivamente para nosotros, escogemos canciones para momentos especiales, escogemos canciones para recordar para siempre.

¿Qué canciones elegiríais para cada momento? os propongo una lista:

  • De camino al trabajo. No se me ocurre ninguna buena excepto el Requiem de Mozart, pero eso es poco positivo... así que porque no la canción de La Vida es Bella (Beautiful that way de NOA).


  • Cocinar.  Puede ser un momento muy divertido sobre todo si se acompaña de buena música, como un poquito de RatPack con el "Cheek to cheek" de Sinatra.


  • Para dormir la siesta. Se dice que para sincronizar el ritmo de tu corazón con las ondas del cerebro, las mejores canciones son las que mantienen un ritmo equivalente a 60 pulsaciones por minuto. así que llega la canción más relajante jamás compuesta de Marconi Unión (https://www.youtube.com/watch?v=_qcd_1CMQKg)


  • Para hacer ejercicio. Para conseguir un buen subidón de endorfinas. Siempre me ha hecho muchísima gracia y me ha recordado a montar en bicicleta el famoso tema de Azul y Negro "Con los dedos de una mano". Ale, ¡¡¡a pedalear!!!


  • Para tomarte una cerveza con los amigos. Qué mejor forma que tomarse una caña con los amigos que tener de fondo una canción de Imagine Dragons: "On top of the world".


  • Para la cena. Una buena cena romántica. Tiraremos de viejunismo y por ejemplo, esta: "De Amor Nadie Se Muere" de Gianni Bella.


Así que sin más... pensad vosotros en la canción que mejor os cuadre para cada uno de los momentos de la vida, esa será vuestra banda sonora.

Buscar entonces ahora una canción para escribir un cuento con las siguientes cinco palabras:

ETIQUETA
DESCALZO
COMPRAR
TEMBLAR
ENCONTRARSE

La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo.
Platón 

7 comentarios:

  1. ENCONTRARSE EN LA PLAYA

    Salí corriendo del coche, casi iba desnudándome antes de llegar a la playa. Quería sentir la arena, descalzarme, sentir el viento en mi cuerpo, el frio del agua a medida que entraba en la playa.
    Mi primer baño de verano. Es siempre tan importante, estrenas el bañador recién comprado.
    Mierda, no he cortado la etiqueta del bañador…
    Borras estos pensamientos y mirando al horizonte sólo quieres llegar a la orilla. Sientes como te sube la adrenalina al estar cada vez más cerca, corres. Las primeras olas te estremecen, y gritas, pero sigues corriendo. El agua esta fría, más bien congelada, pero no importa, esta es mi ola y decides tirarte. Tomar la ola y bucear y sentir que no tienes aire, y salir en busca de un hilo de oxígeno.
    No sabes cuánto tiempo eres capaz de estar ahí, nadando, saltando. Esperando la siguiente ola, buscándola.
    Y después de ese tiempo indeterminado sales, te revuelves como un perrito para despejar la cabeza, y tiemblas. Te abrazas a tu cuerpo e intentas llegar a tu toalla. Suspiras por el momento que se disfruta y mientras te secas un poco, tienes que pensar que hacer: si secarte tumbada, dar un paseo o jugar unas palas, te giras un poco en busca de tu bolsa para darte crema, y estar preparada te das cuenta, que alguien está mirándote.
    - ¿Es a mí? te preguntas
    - No, no creo
    Sigues con tus pensamientos y mientras miras a tu chico para proponerle un paseo, tus ojos vigilantes siguen a ese admirador imaginario.
    - ¿Está sonriéndome?
    - No, no creo
    Y en eso momento decido irme a pasear, pero sola.
    Al pasar por delante de él, observo que el admirador se levanta. Y mi corazón se acelera como si viniera a acompañarme. No soy capaz de verle bien, no creo conocerle aunque tiene algo familiar, es una intuición. Qué peligrosas son las intuiciones.
    Lentamente me voy hacia la orilla y comienza mi paseo. Al poco rato, alguien se acerca y me dice:
    -Ana, estoy aquí, ¿me recuerdas?
    - Mirándole fijamente a los ojos, me doy cuenta de quién es.
    - y sólo se me ocurre decir, -Cómo olvidarte
    Así nos encontramos después de diez años.

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  2. SIN DEJAR DE TEMBLAR

    Llevaba tiempo observándola. Estaba seguro de que era ella; apenas había cambiado en estos 10 años que llevaba sin verla. Seguía tan despampanante como siempre. Tan simpática. Tan sonriente. Recién salida de darse un chapuzón, el suave moreno que lucía provocaba un hermoso brillo en su piel mojada, Allí estaba, de pie, envuelta en su toalla, bromeando con ¿su marido?, ¿su chico?, ¿su hermano?

    La última vez que nos vimos yo iba vestido de etiqueta. Ella lucía un increíble vestido de cabaretera de los años 20. Tenía unas terribles dudas de si me reconocería o no; parado de pie sobre la arena, descalzo, con aquel horrible bañador amarillo, que era lo único que había podido comprar a ultimísima hora y aquella incipiente barriguita de cuarentón asentado. Una vez más, como aquella última vez que la vi, me sentía torpe y desubicado.

    En mi cabeza se repetían escenas del pasado. Me abrumaban, hasta casi el mareo, emociones y sensaciones harto tiempo ya olvidadas. Volvía a tenerla delante de mí, mirándome fijamente a los ojos, como siempre hacía. Fue lo que me salvó. Si llega a bajar la vista un poco, habría podido ver que hasta las uñas de los pies no me dejaban de temblar.

    “Cómo olvidarte” -dijo.

    Esa frase resonó en mi cabeza durante el resto del día. Era algo bueno. Quería creer que significaba algo bueno. Fueron 10 horas interminables, porque tras aquella frase, acordamos volver a vernos por la tarde-noche. Ambos tendríamos que hacer gestiones pertinentes. Pero no tenía ninguna duda de que volveríamos a encontrarnos por segunda vez ese mismo día.

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  3. NO PUEDO COMPRAR TU AMOR


    Llegó el día.

    Desde que ha empezado el calor, si se puede llamar calor a lo que tenemos en la cornisa cantábrica, estoy deseando encontrarme de nuevo con Ana. Le encanta disfrutar su primer baño del verano aquí, en el norte, en su casa, en su mundo, en su mar. Es como un ritual, como una liturgia sagrada que debe cumplir año tras año.

    La espero al final del camino, donde de manera forzada por el tiempo se ha creado una explanada para dejar los coches aparcados y empieza a aparecer la fina arena de la playa. Veo llegar su coche blanco desde la lejanía, levantando una mínima polvareda, pues aún se mantiene una ligera humedad en el camino. Casi tiemblo de la emoción de volver a verla. No sé realmente cuál es nuestra relación, al menos desde su punto de vista. No sé si soy “su chico” como dice ella, o simplemente soy el amigo que le acompaña a la playa, que se toma las cervezas y los aperitivos que he comprado pensando en ella y que se ríe y comparte sus confidencias.

    Lo que sí que está claro que ella para mí es mi mundo, mi mitad perfecta, mi primer pensamiento del día y el último de la noche, mi refugio en las tormentas, mi descanso en su regazo, quien me escucha y me apoya. Ana es capaz de llenar de estrellas una noche oscura con su mirada. Con solo el roce de su piel de seda o esa manera tierna de acercarse, logran hacer que me convierta en presa fácil para ella, que me cace y me devore.

    Tiene tantas ganas de llegar al más que sale del coche corriendo descalza (¿cómo podría conducir descalza?), me saluda leve y dolorosamente con un gesto rápido y corre por la fina arena de en dirección a la orilla. Apenas me da tiempo a gritarle: “¡tienes la etiqueta aún puestaaaa!”

    La veo disfrutar del agua aún fría, saltar, reí, aparecer y desaparecer con las olas. Espero su vuelta, como siempre, pacientemente en la orilla. Ya en la toalla se pone crema protectora sobre la piel erizada por el frio del Cantábrico, declinando amablemente mi solícita propuesta para ayudarle. Sin más se levanta para pasear por la orilla, sola.

    Ha caminado unas decenas de metros cuando alguien le llama por su nombre. Sólo consigo leer en sus labios la frase que me gustaría que me dijese siempre a mí:

    - ¡Cómo olvidarte!

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  4. ¡TIEMBLA ANA!

    Otro verano más. La misma playa. Las mismas nubes. La misma agua fría. Encontrarse con las mismas personas en el chiringuito. Comprar en el mismo supermercado de precios desorbitados. La misma zorra de siempre que se come con los ojos a Luis. Como si a mí me importara. Se le ha pasado la chispa. Se cree un conquistador, paseando por la orilla pero es el mismo tipo aburrido de siempre. Quitárselo a Ana fue un juego de niños. Como me he arrepentido desde entonces. Fue un mal negocio, un fracaso total, la etiqueta de perdedor se ha creado para él. Ahí va otra vez, metiendo barriga detrás de esa rubia. Diría que me suena.

    - Estoy aquí, ¿me recuerdas?

    La de veces que le habré oído esa frase. Cada verano en cuanto se toma un par de cubatas se la va soltando a todas las rubias del camping. En breve me dirá que le ha llamado su primo Alberto. Que se ha enterado de que ya estamos de vacaciones y que no puede librarse de tomar unas cervezas con él. Que no le apetece nada. Que antes subiría descalzo a Covadonga... ¡Qué pereza! Anda, pero si es Ana, la mismísima Ana. ¿Estará con Iñaki? Creo recordar que mi prima me dijo que los había visto juntos, pero que Ana no se decidía a dar el paso. Pobre Iñaki. Pobre yo. El sí que era bueno. Y yo le hice sufrir mucho cuando me lié con Luis. Craso error. Pues mira, sí, ahí está. Puede que este sea el momento de enmendarlo. ¡Tiembla Ana!

    (CUENTO DE ENCARGO)

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  5. ESA ETIQUETA…

    Ochenta y dos años. Ni uno más ni uno menos. Llevo diez años despidiéndome de la playa y diez años volviendo a encontrarme con ella cada verano. Cada vez me cuesta más andar pero no hay placer para estos pobres pies como andar descalza sobre la arena. Ya no puedo estar tanto tiempo en el agua, y me resisto a salir como un niño pequeño hasta que la sargento de mi hija me ve temblar y me amenaza "te voy a comprar un traje de neopreno". Imagínate qué pintas iba a tener yo con esa cosa. Al que le sienta bien es a Iñaki. Pero ¡que requeteguapo es mi sobrino! Todo lo que se pone le sienta bien. No como al tonto de Luis. Que no es porque sea el hijo de la Puri, que también, pero ¿a dónde va con ese bañador amarillo? Si le sale la barriga por encima y se le mete por la raja del culo. Hacía mucho que no le veía. Se está poniendo fondón. ¿No es Ana la que está con él? ¡Ay hija! Cada vez veo menos. Estas cataratas... ya no puedo leer más que los titulares del periódico, así que no merece la pena traer lectura a la playa y ahora me tengo que entretener observando a la gente. Menos mal que has venido Marta. Siempre es más divertido si tienes con quien charlar. Ah pues sí. Es Ana. ¡Qué maja es! Nena, nena… Vaya no me oye. ¿No está demasiado rato con Luis? Pero si es tonto. ¿Qué tendrán que decirse? Y mientras tanto mira a la loba esa. La Luci. Lucía dice ahora que se llama la muy... Luciana, Luciana con todas las letras, como su abuela, que yo misma estuve en su bautizo y oí perfectamente al cura cuando la cristianó: LU-CI-A-NA. ¿No te acuerdas de ella? Que sí mujer. Seguro que la conoces. Anduvo tonteando con mi Iñaki cuando eran críos, pero luego se fugó con el tonto de Luis. De la que se libró mi Iñaki. Se quedó hecho un guiñapo entonces, pero luego se marchó a Londres y se le pasó. Creo que fue allí donde se volvió a encontrar con Ana, eran de la pandilla y… Oye, tú que ves mejor, ¿no está la loba mirando mucho a mi Iñaki? ¡Ayayay! ¿A que se la lía otra vez? Tú que eres más joven y te mueves mejor que yo, mira a ver si te acercas y le dices a Anita que venga. Nena, nena… Ven a saludar a esta anciana, que hace mucho que no te veía. ¡Qué guapa estás siempre! ¿Qué es esto que te asoma por ahí? ¿Es la etiqueta? Ay nena, qué despistada eres. Así que era eso lo que Luis miraba tan fijamente. Que sí, que te miraba fijamente. ¿Verdad Marta? Ana, cariño, ¿has visto ya a Luci, has hablado con ella? Yo no es por malmeter, pero parece que mira mucho a Iñaki, y ya la conoces…

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  6. ENCONTRARSE EN LA PLAYA


    El verano parecía presentarse tímidamente día tras día. La primavera había sido especialmente húmeda y los a los turistas les costaba aparecer por la playa.

    Hacía casi una semana que no llovía y los visitantes ocasionales, los habituales, los locales y foráneos llegaban a la recoleta playuca. Por el camino aparecían caminantes solitarios, parejas en bicicleta, algún jovenzuelo en moto y varios coches que bajaban por el polvoriento camino que terminaba en la fina arena.

    El sol se encontraba en el cenit y caía como cera caliente sobre las cabezas de los playistas. Era el momento de que los niños más pequeños, calados con gorras y con los hombros hiper-untados con crema solar, armados con una pala y cubitos con un palmo de agua, husmeaban con lentitud de un perezoso con sus pies desnudos entre las cortantes rocas en busca de cangrejos despistados, bígaros escasamente camuflados y algún pececillo perdido en el oleaje.

    Era el momento en que la abuela de la playa, la tía de Iñaki, se calaba su pamela, se sentaba en la silla que su hija le compró para que pudiese descansar sus fatigosas piernas y le hace una ficha detallada al personal que cae en el campo de visión que sus incipientes cataratas le permiten.

    Era el momento en que Iñaki, con cariño, temblando de pasión al imaginar el amor de Ana, miraba como chapoteaba entre las olas, distraída, entretenida, sonriente y ausente, en su mundo.

    Era el momento en que Luis se acomodaba el apretado bañador amarillo mientras Lucía, su novia, le gritaba malhumorada que a ver si se compraba otro, que ese se le metía por la raja del culo y se le marcaban las etiquetas. Momento en que él volvía a mirar a Ana, la había reconocido desde el momento que la vio entrar corriendo al agua, tratando de que sus miradas se encontrasen para volver a decirle su manida frase de “…estoy aquí, ¿me recuerdas?”.

    El verano definitivamente se presentaba día tras día, y yo, como todos los años desde mi atalaya volvía a verlo pasar a través de las vidas de los visitantes de la playa.

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  7. ¡TODO EL DÍA PONIENDO ETIQUETAS!

    - […]
    - ¡Ay, madre! ¡No sea usted tan quisquillosa! Se pasa el día criticando. Menos mal que le compré la silla, si tuviera que criticar a todos los bañistas estando de pie… la tendríamos que operar todos los veranos de varias hernias.
    - […]
    - ¿Cómo que no? Pero si se pasa el día criticando. Dedíquese a disfrutar del sol y la arena, mujer.
    - […]
    - ¡Ay, de verdad! ¡Qué manía le tiene Vd. a la Puri! Y además, igual el pobre muchacho no ha encontrado nada mejor. A lo mejor hasta se lo ha tenido que comprar su madre, porque a él no le ha dado tiempo.
    - […]
    - Sí, en eso tiene razón, la pobre mujer no es desde luego la más elegante. No es para llevarla a una fiesta de etiqueta. ¡Y deje Vd. de mirarle el culo, madre! Hay que ver lo espabilada está, oiga. Tan pronto le critica la barriga que le mira el culo.
    - […]
    - Sí, sí, sí que es Ana.
    - Sí, madre, será muy divertido para Vd. venir acompañada y poder charlar con alguien, ¡pero a mí me está dando la tarde de playa con tanto criticar! Deje de llamar tonto al chico, que otros encantos tendrá.
    - ¡Ay!, ahora que lo veo descalzo… ¡qué pies más feos tiene el pobre!
    - […]
    - No, no la recuerdo.
    - Madre, cuando le pido que deje de criticar a Luis… ¡¡no es para que se ponga a criticar a su novia!!, por mucho que se llame Luciana. Vd. se llama Mercedes y siempre ha querido que la llamen “Merche”.
    - […]
    - Que no, mujer, que no se la lía de nuevo. Si Iñaki sólo tiene ojos para Ana. Se nota que la adora. Mire, mire, si es que empieza a temblar cuando ella se acerca.
    - […]
    - Me va a dejar sorda con tanto grito. Ana está muy lejos y no la escucha. Además, no sea maleducada, ¿no ve que está ocupada?, que está hablando con… ¡ah, mire!, la ha oído. Ya se acerca.
    - […]
    - Ana, no le hagas caso.
    - Madre, ¡deje Vd. de meterse donde no la llaman! Seguro que Ana ni siquiera recuerda quién era Luis. Hace ya… por lo menos… ¿10 años?
    - […]
    - Sí, sí, es Luis. Hace un rato que madre lleva dándole un buen repaso. Ya la conoces. Le hace feliz venir a la playa sólo para encontrarse con viejos conocidos y hacerles un traje a medida. Bueno, a ellos… ¡y a sus parientes! Jajaja
    - […]
    - ¿No lo sabías? Sí, sí, lleva ya unos años con Luci. Desde que lo dejasteis ella no se ha separado de él. Pero parece que no lo llevan muy bien. Me han dicho que sólo sigue con él por su dinero.
    - Bueno, anda, te dejamos que sigas tu paseo. Aprovecha bien el día de playa y tus vacaciones, que luego el invierno es muy largo en Copenhague.

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