viernes, 5 de junio de 2015

05 JUNIO 2015

Viernes, 5 de junio de 2.015
[San Bonifacio de Crediton, San Doroteo, San Eoban, San Eutiquio de Como, San Franco de Assergi, San Ilidio de Arvernia, San Pedro Spanò, San Sancho]




2002La primera versión oficial del navegador web Mozilla 1.0 es lanzada.
1989"El rebelde desconocido" detiene por cerca de media hora a una columna de tanques durante la Revuelta de la Plaza de Tian anmen
1982España se convierte oficialmente en miembro de la OTAN.
1978Federico Mayor Zaragoza, elegido director general adjunto de la UNESCO.
1967Inicio de la guerra arabe-israelí de los Seis Días.
1964El Papa Pablo VI libra de castigo a los cristiano que deseen la incineración al fallecer.
1883Sale de París con destino a Estambul el Orient-Express, el primer tren con coches-cama.
1817Es lanzado el Frontenac, primer barco a vapor en los Grandes Lagos.
1752Benjamin Franklin prueba que el rayo es electricidad.
1625Rendición de Breda después de un asedio de diez meses.
774Carlomagno se hace coronar rey de Francia y Lombardía luego de haber asediado y tomado Pavia en lugar de Desiderio.
70El Emperador Tito acompañado de sus legiones atraviesan la muralla media de Jerusalem.


Seguro que me criticáis porque la la foto de hoy es un poco "ñoña"... no pasa nada, es por una buena causa.

Una de nuestras escritoras más prolijas de cuentos ha pasado por el taller ya la han dejado como nueva. Así que esta entrada va dedicada a ella, para que sepa que la queremos mucho no, muchísimo y para darla ánimos a que se recupere en cuanto antes.

También podemos sacar algo positivo a su convalecencia, y es que seguro que ahora tiene tiempo para escribir un montón.

Para que pueda empezar, ponemos las nuevas cinco palabras de esta semana:

CEJAS
FESTEJO
NUEZ
TORTUGA
POSTIZO

Besos, besos, muchos besos y abrazos y arrumacos... Todo es poco para que te recuperes rápido.


2 comentarios:

  1. ¿¿¿FESTEJO???

    - ¿Te has planteado que puede haber alguien alérgico a los frutos secos: almendras nueces, pistachos…?, me preguntó enarcando las cejas.
    “Enarcando las cejas”. Bonita expresión. Es de esas que has leído innumerables veces, que identificas perfectamente, pero que jamás utilizas en la vida real. ¿Por qué se me ha ocurrido ahora? Y ¿por qué me centro ahora en eso en lugar de hacerlo en el mensaje que me está lanzando? Lo que me faltaba. Que ahora se nos muera alguien en pleno festejo, con lo que está costando llevarlo a término. “A término”. Otra frase hecha. ¿Qué pinta aquí? Si eso sólo se dice de los embarazos, ¿no? Claro que esta boda al final va a ser como un parto, nueve meses llevamos preparándola y cada vez me apetece menos. Todo son problemas. Mi padre con el “no te cortes el pelo, que me gustas más con esos peinados tan elaborados…” Pero si los postizos ya existían en la época de los faraones. Mi madre seis meses dándome la tabarra con el “ni se te ocurra engordar, que no te entrará el vestido” y ahora “¿Cómo has adelgazado tanto?, claro, pobrecita, los nervios”. Nada de flores en la iglesia por la alergia de tu prima Fany. ¿Es que todos en tu familia tienen alergias raras? El viaje de mis sueños frustrado por una tontería de virus que ha tenido a bien manifestarse a quince días de la ceremonia y ahora me vienes con que el menú que tras todas las discusiones con tu madre hemos conseguido acordar “in extremis”, (je,je, otra expresión literaria) te produce inquietud. Mira nene, creo que voy a buscar aquellos “papeles que escribimos pa que todo fuera bien” cuando nos dio la idea Maldita Nerea con su Secreto de las Tortugas porque me parece que si no encuentro un clavo ardiendo al que agarrarme, te vas a quedar “compuesto y sin novia”. Que eso sí que pasa en la vida real. 

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  2. UN CUENTO DE ISLA TORTUGA
    En su vieja fragata, el capitán Van Allen, pirata, loco y bebedor, presume de poseer el mapa que conduce al arrecife donde se aparean las sirenas. Cuenta que en la primera luna nueva del solsticio de verano esas criaturas celebran festejos y rituales, y que él estará allí, con su nueva tripulación, para conseguirle una pareja al virrey de las Indias. A cambio de una considerable fortuna, por supuesto.
    El último en enrolarse ha sido John, un joven mudo que compensa su tara con una docilidad sin fisuras. Cada noche, Van Allen, borracho, le permite que le acueste en el camastro de su atestado despacho. Y cuando Van Allen duerme, John busca. Pero el mapa no está allí. Lo ha escudriñado pulgada a pulgada. Solo queda hurgar en el cuerpo infecto del capitán. Y no le cuesta encontrar, tatuados en su pierna derecha, dibujos extraños y sin sentido que John reconoce al instante. Es el camino a casa.
    - ¿Conoces la leyenda de la sirena que cambia el habla por unas piernas, pequeño John?!
    El capitán ha despertado ¿O nunca ha estado dormido?
    - ¿Eres una de ellas, verdad? VERDAD?!
    Van Allen, enloquecido, atornilla el cuello sin nuez del muchacho, que consigue zafarse con un rodillazo allí donde duele. Descubierto, intenta huir por las ventanas del espejo de popa, saltar al agua, sobrevivir. Ya sabe dónde está el mapa: volverá en otra ocasión. Solo es cuestión de tiempo, y tiempo le sobra. A todas las sirenas les sobra el tiempo.
    Pero John, la sirena que ha cambiado la voz por las piernas para hacer desaparecer un mapa que desvela su secreto, no llega hasta la ventana. Sus dedos humanos apenas rozan la vidriera cuando el capitán le agarra por el tobillo y le hace caer. Si tuviera su cola, su poderosa cola de pez, en lugar de esos apéndices huesudos... Van Allen le arranca el gorro de lana y se desborda una espléndida melena negra. Eso explica la ausencia de barba, la palidez, la extraña feminidad. Y su eterno silencio.
    La sirena asesta al capitán unos zarpazos desesperados, y Van Allen responde con un puñetazo de martillo que destroza la mandíbula de la mujer pez. La sangre brota, violenta, y el dolor lo ocupa todo. Apenas puede ver ya la ventana que supondría salvar su vida. Va a morir, fuera del agua, lejos de los suyos, de su casa, y ese animal seguirá suelto con el mapa tatuado en la pierna derecha, acechando a su pueblo.
    De repente, en la lucha, algo cae sobre Van Allen. Ahora o nunca. La sirena aprovecha la fracción de segundo en la que el capitán se recupera para poner a prueba sus piernas, y salta. Con toda la fuerza que da el terror, salta, y esos músculos ajenos responden, y llega al enorme ventanal cerrado y lo atraviesa con su carne humana, que se lacera y se abre al tajo de los cristales, y el dolor es entonces infinito, infinito como el mar.
    El mar. La sirena lo huele, lo siente en sus heridas profundas, lo ansía, casi puede respirar su sal. Pero Van Allen, poseído, la aferra por una de las piernas, el salto se detiene, la sirena atrapada se golpea contra el casco y se balancea, como un pez muerto, en la mano del capitán.
    Van Allen estalla de júbilo y entonces, al izar su trofeo, algo ocurre. Del mar saltan mil peces de mil formas y tamaños, y, entre ellos, aparece uno enorme, uno que no es un pez si no solo su mitad, un pez con brazos y torso humano, de larga melena y ojos de fuego que muerde la mano del capitán y la arranca, liberando el cuerpo que cuelga, inerte, llevándolo de nuevo al mar, que es su casa.
    O, al menos, eso cuenta Van Allen cuando le preguntan cómo perdió la mano, y él levanta con orgullo su gancho postizo. En todas las tabernas de Isla Tortuga conocen tal cuento. Y nadie lo cree. No hay testigos, nadie lo vio, nadie puede confirmar su historia. Pero bajo sus cejas pobladas arde el recuerdo. Y mira al mar con odio y deseo. Y se frota la pierna derecha. Y se oculta tras litros de ron. Porque sabe que, más allá del puerto, alguien le espera. Es solo cuestión de tiempo.

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