viernes, 7 de agosto de 2015

07 AGOSTO 2015

Viernes, 7 de agosto de 2.015
[Santa Afra de Augsburgo, San Alberto de Mesina, San Cayetano de Thiene, San Donaciano, San Donato de Arezzo, San Donato de Besançon, San Miguel de la Mora, San Sixto II, San Victricio, San Mamés]




2006La compañía Apple libera al mercado su más reciente computador Mac Pro luego de un año de anticipación, eliminando de su línea de productos el procesador PowerPC.
1987Los presidentes de Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras formalizan un plan para la pacificación de la zona.
1978Golpe de Estado en Honduras: un triunvirato militar depone al jefe de Estado, Gral. Melgar.
1961El cosmonauta Titov orbita alrededor de la tierra durante un día completo en la nave Vostok 2.
1959Los Estados Unidos lanzan el Explorer 6 para tomar la primera foto de la Tierra desde un satélite.
1957Se retiran del cine los cómicos Stan Laurel y Oliver Hardy, conocidos como "el Gordo y el Flaco".
1919El Congreso aprueba el dictamen referente al ingreso de España en la Sociedad de Naciones.
1890Carlos E. Pellegrini accede a la Presidencia de Argentina, tras la renuncia de Miguel Juárez Celman.
1858Ottawa es elegida como la capital de Canadá por la Reina Victoria.
1819Con la Batalla de Boyacá se sella la independencia de Colombia ante España.
1815Napoleón Bonaparte es desterrado a la isla de Santa Elena.
1711Se celebra la primera carrera de caballos en Royal Ascot, Ascot.
[Fuente: efemerides.net]

Está claro que cuando subimos a un ascensor con alguien podemos llegar a experimentar situaciones tales como claustrofobia, sentir miedo a una agresión física, pánico por un posible accidente y hasta la posibilidad de realizar una fantasía erótica.

No hay más que darse una vuelta por Internet para ver que la fantasía erótica de consumar un acto de pasión dentro de un ascensor está en el puesto 7 de 20, justo después de los tríos buenos (como diría un amigo mío), el beneficiarse a la actriz favorita de cada uno o de hacer el amor en público. Tengo que reconocer que la fuente que he visitado (el afamado diario digital 20minutos) es bastante machista a la hora de listar fantasías eróticas.

Incluso con una búsqueda de no más de tres minutos, podréis encontrar las mejores posturas para hacer el amor en un ascensor... por favor, como que habría tiempo para experimentar y cambiar de posturitas. JAJAJA.

Así que de esos comentarios de barra de bar, de esas tórridas fantasías y yo que sé, quizás de que tengo ya más la mente puesta en las vacaciones que donde la tengo que tener, surge esta nueva entrada del blog.

Sin más que contar y animando a escribir una historia de ascensor (jejeje) tenemos cinco nuevas palabras:

ESPEJO
ASILVESTRADO
VINO
INSINUAR
CAMBIO

Venga, un último empujón, que ya queda poco para pillar las vacaciones.

5 comentarios:

  1. LA COPA DE VINO Y EL PERIÓDICO.

    Con ese aspecto asilvestrado, de malote. De parecer informal pero ir siempre impecable. Ese aspecto que hace que sea tan atractivo. Siempre que le veo, no puedo evitar el cosquilleo que siento por todo el cuerpo. Cuando le conocí, pensaba que todos mis gestos insinuaban algo, que me delataba hasta mi forma de respirar. Que siempre me mordía el labio inferior, cuando se acercaba demasiado a mí o no sabía que contestarle…
    Según ha pasado el tiempo, creo que no es así, o quizás me he acostumbrado a que esta sensación va y venga, y que es incontrolable, que forma parte de mi forma de moverme. Es tan mía cómo cualquier otro gesto o característica.

    Aquella noche estaba esperando a todos en la barra del bar. Habíamos quedado por el Whatsapp aunque confirmados estábamos tres, los demás entraron en las típicas respuestas de, --si puedo paso, depende de si termino…
    Con estas perspectivas, me acerqué al Novelti, sin saber muy bien quién estaría pero pensando que unas cañitas con algunos amigos me sentarían muy bien, y me harían olvidar el día terrible que había tenido.
    Al entrar, casi no le veo. Al acercarme a la barra apareció en el otro extremo. Con su copa de vino y leyendo el periódico…
    Creo que el cosquilleo empezó antes de que mis ojos le encontraran. Era como un pre-aviso.
    Me acerqué pensando cómo me gustaba esa sensación, son las típicas pequeñas cosas que me pasan que me hacen tan feliz!! jeje.
    Me acerqué buscando el móvil en el bolso, esperando que en el trayecto se me pasara este estado de estupidez tan característica en mí y deseando que el cambio se produjera en esos pocos segundos que me quedaban para llegar a su lado.

    Parece que él también tuvo un pre-aviso, levantó la cabeza y se quedó fijamente mirándome. Se encendieron sus ojos tan descaradamente que estoy segura que me ruboricé tan rápido que sabía que ya no podía esconderme. Aun así fui capaz de no mirarme al espejo que estaba detrás de él. Mejor no tener la certeza absoluta de que estaba roja como un tomate.

    Mi único pensamiento fue, ojala no venga nadie más.

    A la mañana siguiente, me confesó que en ese instante él pensó lo mismo.

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  2. LO QUE OCULTAN LOS ESPEJOS


    Si no llega a ser cambio que hemos dado al proyecto esta tarde, esto no habría salido adelante.
    El retraso en las semanas anteriores era considerable y las horas en la oficina estaban siendo absolutamente insuficientes para acelerar el estudio. La distancia no ayudaba y con las interminables videoconferencias con Leticia avanzábamos pero no lo suficiente.

    - “¿Por qué no planeas una estancia de un par de días aquí y nos ponemos al día con este trabajo?”

    Se lo insinué hace unos días. Ella aceptó sin vacilar, porque sabía, tan bien como yo, que era la única manera de salir del punto muerto en el que nos encontrábamos.
    Después de una maratoniana jornada en la oficina. Leticia propuso seguir trabajando en la habitación de su hotel. No me pareció mala idea pues necesitábamos un ambiente menos tensionado para poder desbloquear algunos puntos.
    Grandísimos avances. Sin duda, la botella de vino Matarromera que compramos de camino a su hotel ayudó a que las ideas surgieran como fuegos artificiales.
    Agotados mentalmente y orgullosos por el trabajo realizado le propuse terminar el día cenando en un restaurante de moda.

    Salimos de la habitación y bromeando llegamos al hall de los ascensores de la planta. Llamamos y en silencio, mientras esperábamos, posé mi vista en esos ojos que hacía unos instantes trabajaban fulgurantemente y que ahora brillaban, quizás por el alcohol, y que me volvían loco. El timbre me sacó de mi trance, el ascensor había llegado. Se abrió la puerta y entramos en él. Un cubículo pequeño, para no más de cuatro personas y rodeado de espejos que repetían nuestra imagen hasta el infinito. Cuando el ascensor arrancó lentamente, bromeé:

    - ¿Qué pasa si fuerzo la puerta del ascensor?
    - Pues que se parará.
    - ¡Ahhh!, ¿y le tienes miedo a los ascensores?
    - No te comportes como un asilvestrado, deja de jugar.
    - Solo un poquito ¿vale?

    Antes de que pudiese pronunciar una palabra, acallé su protesta con un beso correspondido. Mientras traté de forzar la puerta. Se notó un golpe suave y el ascensor se detuvo en medio de dos plantas.

    - Puede haber gente que lo necesite – protestó mínimamente- , además me da miedo...
    - ¡Qué vayan por las escaleras! está ocupado. Y el miedo te lo quito yo.

    Tomé su rostro con mis manos y la volví a besar apasionadamente. Ella levantó su rodilla sobre mi pierna y se apretó contra mi cuerpo. Mis manos bajaron por su espalda, levantando la asimétrica falda de Desigual, alcanzando con caricias ese erótico hueco que se forma al final de la columna. Leticia besó mi oreja, ¡Dios!, me excitó sobremanera, y ella lo supo enseguida, es mi punto débil y lo había descubierto. Mis manos ganaron terreno en sus nalgas y consiguieron apartar sus braguitas para llegar a caricias más profundas. Pero no había ni mucho tiempo, ni mucho espacio ni mucho aire. Rápidamente la giré contra los espejos ya empañados por el calor, penetrándola suave y acompasadamente. El placer nos hizo estremecer. Su frente contra el cristal, dando los suspiros más profundos que en ese momento podíamos pronunciar.
    Observé nuestra imagen en los espejos y disfruté del momento multiplicado por cada una de las imágenes que se repetían en ellos. Consiguiendo ver la escena desde los diferentes puntos de vista que los cristales reflejaban.
    Un golpe y una pregunta – “¿Están ustedes bien?” - me trajeron a la realidad.
    Nos vestimos rápido con alguna que otra sonrisa cómplice. Volví a cerrar la puerta y el ascensor bajó los pisos que faltaban hasta la planta baja.
    Nos encontramos de frente con un señor mayor esperando subir – “¡Cuidado con el ascensor! De vez en cuando se para entre plantas sin previo aviso.“ – Llegué a decir mientras salíamos rápido de ahí.

    Pero había un pequeño detalle que nos delataba, los espejos aún estaban empañados de pasión.

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  3. IN VINO VERITAS
    A Paula le despiertan los huesos molidos cuando el sol se insinúa en el horizonte y comienza a teñir el cielo de nuevo día. Se incorpora despacio, sacudiéndose la arena, y mira de reojo al hombre que yace a su lado. La cabeza le late al ritmo del corazón, y el corazón va muy deprisa. “Ya no tengo edad para estas cosas” sentencia.
    Paula rompe el espejo que forma el agua con el alba. El mar es, a esas horas, un lienzo azul y estirado, calmo y comprensivo. Quizá le permita olvidar. De espaldas a la playa, sin atreverse a mirar ese cuerpo de ahí detrás, se sumerge ¿Qué pasó anoche, Paulita?
    Una cena de cumpleaños más, como tantas otras, en el mismo restaurante. Celebrando los 50 por sexta vez. Pero hoy Paula tiene miedo: siente que, en la colina de la vida, acaba de iniciar la bajada. El descenso. Y se obceca mirando atrás, no entiende su presente, se enroca en el pasado. Pero el pasado no está, porque, por definición, ya se ha ido. El vacío bajo sus pies es aterrador.
    Frente a ella, Marc paladea el gintonic que finaliza la velada, como de costumbre. Bromea e intenta aligerar el ambiente, más denso en cada plato. De pronto hay un silencio helado y Paula, con botella y media de vino blanco como detonador, explota. Que no puede más, le dice, que la vida se le ha ido mirando hacia otro lado y que ahora no sabe dónde se encuentra, que se siente perdida, confusa, dispersa, que necesita un cambio de dirección pero… Y rompe a llorar.
    En la nebulosa del recuerdo Paula se ve salir corriendo del restaurante ¿Cómo pudo hacerlo, con tacones y principio de artritis en la rodilla derecha? En su mente ve una carretera rural, noche cerrada, los faros de un coche, y alguien que se baja a preguntar si se encuentra bien.
    En la bruma, se abalanza sobre aquel tipo silvestre y le besa, le desnuda, le arranca la ropa ¿o fue al revés? y allí mismo, bajo un algarrobo, a la romántica luz de los faros del coche y con el rústico sonido de las ovejas y el motor del coche que no le ha dado tiempo a parar, fornican como si no hubiera un mañana. El polvo del siglo. Y al terminar, Paula vomita en la cuneta.
    Lo recuerda y se siente morir. La resaca, la culpa, el ridículo infinito se alían para abofetearla ¿Cómo llegó a la playa? Supone que subieron al coche. Imágenes del traqueteo por el camino de piedras, canciones cutres en la radio, carcajadas. Parece que el tipo no se enfadó por lo del vómito.
    En la playa Paula corre, se cae, ríe, se desnuda de nuevo, ríe aún más fuerte, rueda sobre la arena, maldice porque le cae en los ojos y casi se ahoga de risa. El tipo parece que le sigue el ritmo ¿O es ella la que le sigue a él? Hacen el amor en la orilla espantando a otras parejas más discretas y menos borrachas. Al acabar, agotada, Paula se tumba entre las dunas. Con una punzada de vértigo, y la vergüenza anidando ya en el vientre, se duerme pensando en cómo sería la vida sin Marc.
    Y ahora no se atreve a asomar la cabeza. El mar, inmóvil, le abraza y le transmite paz. El sol que nace parece sonreírle, benevolente, y guiñarle un ojo travieso. Lo cierto es que lo de anoche fue divertido. Muy divertido. Y no le duelen las cervicales. La verdad es que no le duele nada. Bueno, quizá, un poco, el orgullo.
    Como si leyera sus pensamientos, el tipo del polvo asilvestrado bajo el algarrobo, el del vómito en la cuneta, el de las posturitas en la orilla, el que pagó el restaurante cuando ella salió corriendo, el padre de sus hijos, el amigo insobornable, el hombre que le ha hecho feliz tantos y tantos años, le abraza con ternura infinita, como el mar, le acaricia benevolente, como el sol, y le pregunta con toda la dulzura del mundo recogida en un instante:
    - ¿Me dejas que te acompañe? Me gusta este cambio que propusiste anoche.
    Y Paula ríe. Ríe como el mar, como el sol, como las ramas de los algarrobos, como una mujer que cumple años y que le quedan otros muchos por cumplir. Se gira. Le mira. Le ama.
    - Acompáñame, Marc. Acompáñame siempre.

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  4. REFLEJOS EN EL ESPEJO

    Me desperté sudorosa, con la cama revuelta como si la noche hubiera sido una locura. Al intentar levantarme, lo recordé todo. El sueño que había tenido había sido la última fantasía que se me había pasado por la cabeza el otro día cuando subíamos juntos al despacho del director. “Espejos y ascensores” por qué tendré tanta imaginación?

    En mi sueño, la escena era siempre la misma, aparecía en la puerta del ascensor con el liguero toda mi ropa interior es negra y la camisa blanca de él sin terminar de abotonar. El pelo alborotado, con un aspecto asilvestrado y descalza.

    Llevo una copa de vino en la mano, él está de espaldas me abrazo a su espalda, y nos miramos en el espejo. El sin camisa, solo con su chaqueta. Sale fuego de sus ojos. A la vez siento miedo y un deseo que me supera. Dejo caer la copa de vino en su mano, no hay tiempo para insinuar qué quiero, como una serpiente me pongo frente a él, y comienzo a desabrocharle los pantalones mientras no dejo de darle besos y mordiscos por su boca, por su cuello. Todo son sonidos profundos, se compagina la fuerza y la suavidad. Nuestros cuerpos se entienden tan bien, mis manos saben qué hacer, dónde colocarse. Dónde ser más fuertes donde acariciar como un susurro.
    Montándome encima, le susurre eres mío. Dame lo que quiero.
    La copa cae, y con toda la fuerza y el deseo contenido me aprieta contra el espejo y comienza el baile…
    Sus manos, su boca sus brazos todo es para mi…

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