viernes, 31 de julio de 2015

31 JULIO 2015

Viernes, 31 de julio de 2.015
[San Calimero de Milán, Santa Elena de Suecia, San Fabio de Mauritania, San Germán de Auxerre, San Ignacio de Loyola, San Justino de Iacobis, Santos Pedro Doàn Côn Quý y Manuel Phung, San Tertulino de Roma]




2006Fidel Castro transfiere el poder de manera temporal a su hermano Raúl Castro
1941Reinhard Heydrich, el segundo al mando de las SS, finaliza la redacción del documento T/179, Nº 461, detallando la Solución Final al Problema Judío
1909En Mexico, un nuevo sismo de gran intensidad (despues de el día 30) sacude a las costas sur mexicanas dejando finalmente en una ruina completa el puerto de Acapulco.
1826En el último auto de fe realizado en España, el maestro Cayetano Ripoll muere ejecutado en Valencia por hereje.
1588La Armada Española llega a las costas de Inglaterra.
1498En su tercer viaje al Hemisferio occidental, Cristóbal Colón se convierte en el primer europeo que descubre la isla de Trinidad.
432Sixto III es elegido Papa.


¿Quien lo iba a decir? Sólo hace veinte años que llegué al edificio en el que he estado trabajando día tras día.

Me han pagado la nómina cuatro empresas diferentes, he cambiado de funciones unas cuantas veces más, me he movido por las seis diferentes plantas del edificio (sí, seis... hasta en la planta cero he estado trabajando) y hoy por fin, toca mudanza.

¡¡Nos cambiamos de edificio!!

Es cierto que el cambio no es muy grande, pues nos movemos a la manzana de al lado, pero para alguien como yo que no se ha movido nunca de aquí, parece un cambio monumental.

En fin, es cierto que no tengo nostalgia de los sitios (a costa de parecer un tipo sin sentimientos), así que, con mis cajas hechas y con mi portátil en el hombro, terminamos la semana con cinco nuevas palabras:

SEIS
COMPROMISO
TEMPLO
FALDA
VINO

Enhorabuena a los que hoy comienzan sus vacaciones y aprovechad para escribir....

3 comentarios:

  1. UN FIRME COMPROMISO

    El frío salmantino arreciaba en la mañana del día de todos los santos de 1755. Los ateridos feligreses se refugiaban en la Catedral Nueva oyendo Misa Mayor.
    El sacerdote acababa de bajar el cáliz después de consagrar el vino, y con las últimas palabras “Haec quotiescumque feceritis, in mei memoriam facietis…” aun retumbando en el templo, comenzaron las primeras sacudidas. Terror, gritos, pánico y rezos. Lágrimas y alegatos de que esto era obra del mismísimo demonio.
    Seis minutos. Seis minutos no más, en los que Salamanca se vio sacudida por fuertes temblores de tierra. Con incredulidad, los parroquianos iban saliendo con cautela al exterior de la basílica apreciando los daños que había provocado en la ciudad tan terrible experiencia. En el suelo yacían destrozadas varias imágenes de la fachada de la Seo, derribadas de sus hornacinas por los temblores sufridos. La Torre de las Campanas mostraba varias grietas que llegaban hasta lo más alto y dejaban la cúpula emplomada con una notable inclinación. Algunas casas, las más humildes construidas con adobe, se habían convertido en un amorfo montón de arena. Ya no había gritos, ya no había pánico, ahora mismo reinaba en la urbe un silencio sepulcral, casi fantasmagórico.

    Diez años habían pasado desde el terremoto de Lisboa. Diez años recorriendo tierras españolas (casi siempre por Córdoba y Granada) revisando y tratando de reparar los estropicios que el seísmo había causado en las grandes edificaciones, cuando por fin, a petición del Cabildo de la Catedral, me personé en Salamanca para tratar de reparar la peligrosa e inclinada Torre de las Campanas.
    Mi nombre es Baltasar Devreton, marsellés, ingeniero y temeroso de Dios. Había conseguido labrarme la fama al conseguir recuperar torres que anteriormente, arquitectos más nombrados y laureados que yo, como por ejemplo Ventura Rodriguez, habían desahuciado y propuesto su derribo.
    La Torre de las Campanas estaba en una situación realmente precaria. Las grietas eran tan profundas que su vida se desangraba entre sus piedras doradas.
    El tiempo había pasado desde la catástrofe y la parálisis por el análisis había agravado, aún más si cabe, la situación de absoluta ruina arquitectónica.
    Pero mi propuesta era ser práctico y mi firme compromiso el de mantener erecta la torre, costase lo que costase.
    Las soluciones para salvar la torre, por simple y prácticas eran casi infantiles. ¿Qué hacer si se te caen los pantalones? Pues ponerte un cinturón.
    Durante meses trabajaron los herreros de Vitoria en crear seis enormes cadenas de grueso hierro que se ciñeron alrededor del fuste románico de la torre. Se tensaron hasta que saltaron lascas de las áureas piedras; hasta que los eslabones crujieron de dolor; hasta que el hierro se hendió en la blanda roca.
    Los leñadores seleccionaron los robles más rectos y duros para conseguir unas vigas que atravesaron, cual espadas de un mago, el cuerpo interior de la torre, tratando de acoplar una pared con su contraria, uniéndolas cual matrimonio hasta la eternidad.
    Y para finalizar se forró enteramente el fuste con taludes de piedra hasta la altura de 140 pies, es decir, hasta la altura de las pilastras del antiguo campanario. El revestimiento se realizó en tres secciones para simular la gracia de una falda que cubriese la torre. En la base un zócalo de granito liso, la segunda de piedra franca hasta la cornisa de la Catedral y la tercera, también de piedra franca, adornada con canecillos y ventanas ciegas en los dos últimos sectores.
    Con esto sabe Dios que cumplí mi palabra de mantener erguida la torre catedralicia salmantina…

    El niño miraba hacía el cielo con la boca abierta, quizás de mirar a las alturas, quizás de rememorar la historia que el guía de la excursión acababa de contar. Jamás se le olvidaría el perfil de la Torre de las Campanas de la Catedral de Salamanca. Su padre le sacó de su ensimismamiento cuando apuntó: “Se acabó la visita, vamos a por una cerveza y una tapa al Mesón de las Conchas.”

    ResponderEliminar
  2. LOS SEIS PECADOS DEL DOCTOR CLAVER
    Como todas las tardes, el doctor Claver cerró su consulta cuando las campanas de la iglesia anunciaron las seis, cruzó la plaza balanceando elegantemente su antiguo bastón de pomo de marfil, y frente a la cafetería El Colibrí (casa fundada en 1880) saludó tocando su sombrero a otras autoridades de la villa que degustaban una taza de chocolate caliente con media docena de churros, para continuar camino sin detenerse hasta su casa, fuera del pueblo y rodeada de frondosos castaños.
    “Soberbia” dijo Don Anselmo, el boticario, dando cuenta del primer churro de la tarde. Todos, menos el joven cura recién llegado al pueblo, movieron de arriba abajo la cabeza. Don Cosme, el alcalde, tuvo a bien aclararle el tema:
    -El pecado del doctor Claver, padre, es la soberbia ¿no vio el saludo? Soberbia. Se cree por encima de todos nosotros.
    El párroco no había observado soberbia alguna en aquel gesto cortés.
    -Me contaron que el doctor es una eminencia.
    -Cierto, padre, pero la humildad es un don del cielo que el doctor no posee.
    “Y además es un avaro” dijo Don Senén, el dueño del casino, alzando su segundo churro. “Nunca le hemos visto apostar una perra gorda” Todos asintieron con la boca llena “Pero me consta que no cobra a quien no puede pagar la consulta y que hace generosas donaciones a la iglesia” adujo el mosén. Le había visto a menudo en el templo “Para acallar la conciencia!” replicó el otro. Y hubo unanimidad.
    “Es un perezoso” añadió Don Eutiquio, el notario, comenzando el churro número tres “De esos que trabajan el doble para trabajar menos!” Y todos estuvieron de acuerdo. El cura no daba crédito.
    En el churro número cuatro el alcalde añadió “ Y no olvidemos su ira! Cuando se enfada es peor que el granizo!!” Y todos dijeron que si borboteando chocolate en la boca. El abochornado sacerdote no había probado el suyo.
    “Y un envidioso” Don Niceto, el dueño de la conservera, hundió el quinto churro en su taza humeante. Todos se sintieron confortablemente de acuerdo: “Si padre, si, la envidia, que no se fijó en cómo nos saludó antes?” “Pero… no era soberbia?” tartamudeó el joven mosén, encogido. “Exacto: es un soberbio y nos envidia. A menudo van unidos esos pecados, padre, debería usted saberlo!!!” Un murmullo de asunción arropó al empresario, y todas las miradas acusaron al cura ¿Qué clase de párroco les habían traído al pueblo?
    Don Gervasio, el director de la oficina bancaria, añadió al saco del doctor el pecado de gula, masticando el sexto y último churro. El mosén recordó la atlética figura del hombre que aquellas barrigas orondas despellejaban sin reparos.
    El joven párroco osó ironizar con las manos en la cabeza: “Olvidan ustedes un pecado: solo han mencionado seis” Los hombres de la mesa se pusieron muy serios y lo negaron tajantemente. No, el doctor Claver no cometía pecados de faldas, y eso que permanecía soltero, sin compromiso conocido. “Créanos padre, esa falta no le corresponde al doctor. Y ya puede observar que a nosotros no se nos escapa nada! Por cierto padre, no ha probado usted el chocolate. Acaso prefiere un vaso de vino caliente?”
    Y en ese mismo instante en el que las autoridades de la villa le absolvían del pecado de lujuria, el buen doctor Claver, en su casa fuera del pueblo y rodeada de frondosos castaños, sudaba y jadeaba bajo la indómita mujer de Don Cosme. Ayer enseñó los otros usos de la pluma a la aplicada hija de Don Eutiquio y el lunes merendará pasteles y bizcochitos sobre las turgentes nalgas de las sobrinas de Don Niceto. De las tres. Las artes amatorias del doctor Claver eran espléndidas, generosas e inagotables, y las mujeres de aquella villa encantadora, tan bien controlada por sus observadores prohombres, no iban a dejar de gozarlas mientras pudieran guardar bien oculto su secreto en el fondo de una taza de chocolate.

    ResponderEliminar
  3. CUENTA HASTA 6!!

    Cuenta hasta 6 y después puedes buscar tu regalo. Ese juego de buscar la sorpresa el día de mi cumpleaños, me ha acompañado toda la vida. Era el aita el que nos obligaba a buscar y buscar y no parar hasta encontrar nuestro regalo en nuestro día especial.
    Cuando éramos pequeños podíamos buscar hasta debajo de las faldas de la amacho o de amona si no veíamos indicios de dónde podía estar nuestro regalo.
    El día que faltó el aita yo no era tan mayor como debería o él era demasiado joven para marcharse.
    Se puede decir que hoy que tengo la misma edad que él tenía cuando se fue, me doy cuenta que adquirí el compromiso de todos los días recordarle. No ha sido algo consciente, pero es así y desde luego, escondo un regalo cada día que sea el cumpleaños de alguien a quien quiero y le hago buscarlo hasta que lo encuentra.
    No necesito templos para hablarle, para contarle, para pedirle que me acompañe. Está conmigo. Sé que es así, vino tantas veces a arroparme cuando tenía frío o miedo, que no voy a discutir con nadie si esto es real o no lo es. Me pasa a mí y a mí me basta.

    Esto pensaba mientras escondía un hermoso y enorme paquete con un scalextric para Iñigo. Y sonriendo, escucho:
    -- Que voy !! seis!

    ResponderEliminar