viernes, 4 de diciembre de 2015

04 DICIEMBRE 2015

Viernes, 4 de diciembre de 2.015
[Santa Bárbara, Santa Ada, San Annon de Colonia, San Apro, San Bernardo cardenal, San Bertoaria, San Félix obispo, San Heracles, San Juan Calabria, San Juan Taumaturgo, San Juan Damasceno, San Marutas, San Melecio, San Osmundo, San Sigiramnio, San Sola]




2005Se celebran elecciones legislativas en Venezuela en donde el partido oficialista gana la mayor parte de escaños a la Asamblea Nacional.
1996Lanzamiento del Mars Pathfinder, primera misión a Marte que incluían rovers.
1995Francia decide reincorporarse en la estructura militar de la OTAN.
1991Pan Am, la principal aerolínea de los EE.UU. se va a la bancarrota y deja de operar.
1980Francisco Sa Carneiro, el primer ministro portugués, muere en accidente por el sabotaje del avión en el que viajaba.
1978El Reino Unido rechaza el Sistema Monetario Europeo (SME) adoptado por la CE.
1977Millón y medio de andaluces salieron a la calle para pedir una autonomía en pie de igualdad con el resto de los pueblos de España. Jose Manuel Caparrós, un malagueño, muere a consecuencia de un disparo mientras izaba una bandera de Andalucía.
1931En El Salvador, el Directorio cívico entrega la presidencia a Maximiliano Hernández Martínez.
1563Clausura oficial del Concilio de Trento.
1248Alfonso el Sabio, príncipe de Castilla, toma Alicante a los árabes y bautiza a su fortaleza como de "Santa Bárbara".
[Fuente: efemerides.net]

¡¡¡ Socorro, socorro !!!

No tengo tiempo para nada...

Os escribo, o mejor, os lanzo las cinco palabras de hoy:

ADORNO
PERLAS
SANTO
DOCTOR
TÍMIDO

2 comentarios:

  1. PERLAS Y RAPACES
    Servido el postre, la abuela Engracia se levanta, a duras penas, y hace chocar débilmente el tenedor contra una de las copas, en un tímido intento por llamar la atención. Apenas se oye, a los 94 años es difícil hacerlo con fuerza, pero no hace falta. Todos están pendientes. Y ahí está. A ver qué dice.
    “Hijos míos, gracias por estar aquí, los tres, alrededor de esta mesa, con vuestras mujeres y vuestros hijos. Ha sido difícil haceros coincidir, pero al fin os veo juntos. Sí, tengo algo importante que deciros. Veréis: el verano pasado, vuestro padre vino a verme, sí, sí, ya sé que murió hace años, pero le vi como os veo a vosotros ahora. Y decidí que había llegado el momento. Tenía que reunirme con él. Pero no quería peleas por la herencia, que soy vuestra madre y os conozco, así que decidí venderlo todo y repartirlo a partes iguales. Puse el piso en venta, la casa y la finca del pueblo, y poco después de San Martín ya lo había vendido todo.
    Francisco, el director del banco, me ha ayudado con todo el lío y el papeleo, válgame el cielo, y no se ha llevado ni un duro, santo varón, no la emprendáis con él. El dinero de la venta está todo en una cuenta, y he dejado en el testamento dicho cómo se os ha de repartir: un cuarto a cada uno de vosotros, hijos, que sois tres, y el cuarto restante entre los nietos, a partes iguales. Todos los papeles están en el primer cajón de la cómoda, detrás de vosotros.
    Dentro de las casas poco queda de valor: muebles y cosas viejas. Igual sacáis un pico más, quién sabe. Lo único que os pido es que me enterréis con el collar de perlas que me regaló vuestro padre el día de mi pedida. Lo llevé en mi boda y quiero lucirlo en mi funeral. El resto, para vosotros, en ese reparto no me meto: ya os apañaréis.
    Y eso es todo. Ea. Ya está. Ahora que ya lo sabéis, puedo irme en paz”
    Y así, sin más adornos, la abuela Engracia se deja caer en su sillón, colocado en la cabecera de la mesa. Y suspira.
    Por un instante, el silencio puede oírse en el comedor. Rueda despacio, sobrenatural, triturando a su paso cualquier sonido, reduciéndolo a nada. Si a alguno de los comensales le continúa latiendo el corazón, no lo parece. Todo queda suspendido en el aire. Inmóvil. Por un instante.
    Súbitamente el ruido explosiona en el centro de la estancia como un impúdico Big Bang, y produce una onda expansiva salvaje. Se preguntarán de quién ha sido la idea, se acusarán de manipulación, se reprocharán, se insultarán, llegarán a las manos. Se maldecirán, se retirarán la palabra, y abandonarán la casa dando un portazo jurando no volver a cruzar el umbral si los otros están en ella.
    Nadie recogerá un plato, ni un vaso, ni una bandeja de comida de las que han quedado desperdigadas por el comedor y la cocina. Nadie se despedirá de la abuela, nadie mirará atrás al salir, y nadie se percatará de que aquel suspiro tras el discurso ha sido el último. Nadie sabrá que, con los ojos cerrados ya para siempre, la abuela ve venir a su marido, guapo y bien plantado, vestido de domingo, con los zapatos relucientes y una sonrisa pícara. Ella se levanta ágil, joven, risueña, y juntos se encaminan no saben muy bien dónde, se dejan llevar y se ríen, menuda la has liado, Engracia, y ella se encoge de hombros, inocente: “yo solo quería que se llevaran bien”. Él le acaricia el rostro “La perla de esta familia, eso es lo que has sido tú siempre”. Ambos se miran y ya nada de este mundo les afecta.
    Muchas horas después el doctor que certificará su muerte permanecerá inmutable ante la rapacería que demostrarán los hijos, con el cadáver presente. Ya lo ha visto antes. Para el funeral, la vestirá y la preparará una atenta señorita de la empresa de seguros, que preguntará si desean que la fallecida luzca algo especial en un momento tan importante.
    Los hijos y las nueras, hurgando en cajones, desvalijando armarios, palpando colchones, contestarán al unísono:
    -No.
    Y en eso es en lo único en lo que estarán de acuerdo.

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