viernes, 11 de octubre de 2013

11 OCTUBRE 2013

Viernes, 11 de octubre de 2013




2006Se publican datos de la muerte de 600.000 Irakies en la guerra contra Irak.
1997Reapertura del Teatro Real de Madrid.
1996Nobel de la Paz para dos independentistas de Timor Oriental.
1995Los descubridores del deterioro de la capa de ozono: Mario Molina, F. Sherwood Rowland y Paul Crutzen, son distinguidos con el Premio Nobel de Química.
1993Yaser Arafat es elegido máxima autoridad palestina por el Consejo Central de la OLP.
1990Octavio Paz es galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
1987Primera marcha multitudinaria en defensa de los derechos de los homosexuales en Washington.
1984Kathy Sullivan es la primera astronauta americana en andar por el espacio.
1984Kathy Sullivan se convierte en la primera astronauta americana en andar por el espacio.
1962Inauguración del Concilio Vaticano II, que renueva la estructura de la Iglesia Católica.
1960Llegan a España los primeros 60 kg de uranio enriquecido para su uso en la investigación y experimentación atómica.
1936Nace el escritor español Alberto Vázquez Figueroa.
1884El acueducto de Segovia es declarado monumento nacional.

Creo que no hay día en el año que no sea el día internacional de algo, y mira tu por donde, hoy es el día internacional de la niña. ¿Qué te parece?

Sinceramente no puedo estar más de acuerdo con que:

"Todos los estudios demuestran que invertir en las niñas es una de las mejores inversiones para reducir la pobreza, mejorar la salud, la educación y avanzar en igualdad. Las niñas del mundo tienen derecho a ser escuchadas y que todos sus derechos sean promovidos y protegidos".
[Michelle Bachelet ; Ex-presidenta de Chile y ex-directora de ONU Mujer]

Así que mi apoyo más incondicional a las niñas que se convertirán en mujeres y serán las dueñas de este mundo del mañana.

Quedan para hoy estas cinco nuevas palabras:

JOYAS
CUENTO
AGITADO
LADRAR
DIRECTOR

Escritores... a escribir !!!

4 comentarios:

  1. UN MARTINI MEZCLADO, NO AGITADO

    “Allí estaba Enzo Martini, detrás de la barra del hotel Knickerbrocker, mezclando mitad de ginebra y mitad de vermú con unas gotas de naranja, enfriando la fórmula y sirviéndola en una copa triangular helada, ofreciendo a sus clientes un aperitivo seco tan de moda en el Nueva York de principio de siglo XX.”

    Así repetía James el mismo cuento que le había servido una y mil veces para engatusar a la sensual camarera que hacía tintinear sus joyas cada vez que movía las manos.

    “¿Mi nombre?... Bond, James Bond. Y recuerda muñeca, quiero el martini mezclado, no agitado”.

    “¡¡¡COOOORTEN!!!” - ladró desde fondo del decorado Terence Young - “pero que cojones de frase es esa señor Connery. Mientras yo sea el director de esta película, usted recitará los textos del guion como si de una puta obra de Shakespeare se tratara”.

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  2. UN REGALO PARA EL DIRECTOR

    Terence Young siempre había querido ser director. De pequeño, cuando sus amigos a duras penas engarzaban cuatro palabras para salir del paso en los deberes de Lengua, él escribía cuentos largos, con personajes perfectamente descritos, diálogos y escenas de acción, que luego se encargaba de representar con sus amigos. Incluso había conseguido enseñar al perro de su abuela a ladrar en la escena principal el último año. Tenía entonces catorce años y fue su primera experiencia (y la última) en trabajar con animales.

    A pesar de las dudas, tanto de los productores como suyas propias, había aceptado el encargo de dirigir esa película y convertir a Sean Connery, ese patán escocés pendenciero y con más músculo que cabeza, en una referencia para el cine, el actor que todo el mundo pudiera identificar con ese tipo frío, elegante, erudito y sofisticado que era el James Bond de Ian Flemming.

    No había sido fácil. Había tenido que enseñarle a andar, hablar, comer y amar con elegancia y con ese punto de superioridad que no había ninguna duda que le convertirían en el hombre al que todas las mujeres querrían conquistar y todos los hombres se querrían parecer.

    Casi lo había conseguido y ahora él le había devuelto el esfuerzo con esa joya. Terence sabía que ese cretino de Sean Connery había inventado la frase que iba a hacerle famoso. Tenía olfato para eso y lo que más rabia le daba era no haberla escrito él. “MEZCLADO, NO AGITADO”. Nadie sabría de qué se componía un buen Martini, pero desde el momento en que los críticos en el pre-estreno la escucharan, James Bond estaría asociado para siempre a esa puñetera frase.

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  3. La directora
    Iba acelerada por la calle, me dirigía a casa. Hacer la maleta de esta escapada preparada de forma eXpontanea después de hablar con Berta.
    La charla de chicas del fin de semana pasado fuen el principio. Cada una contó un cuento diferente sobre su última historia de amor, ¿encuentro o desencuentro?. Después de los ladridos de Carla por tomarnos la conversación demasiado poco en serio, y hablar de los hombres como meros objetos. Surgió la escapada.
    Irnos a un isla del Mediterráneo a pasar un fin de semana, bueno tres días. Al viaje nos apuntamos sólo 3, Berta, María y yo. El objetivo estudio sociológico: que supondría en nosotras irnos con un desconocido. Por primera vez a estas alturas, el training necesario que no tuvimos a los 20 años, lo vamos a tener ahora de la mano de María!!
    La directora de orquesta ya estaba en el aeropuerto cuando llegamos Berta y yo. Allí esperaba con sus joyas sus maleta de fin de semana para no facturar y hablando por teléfono. Berta y yo estábamos tan agitadas, desde casa hasta el aeropuerto no paramos de hablar, de reírnos. Era como los viajes que hacíamos antes. Una escapada de fin de semana, sin ninguna perspectiva. Sólo vivir cada momento sin ser planificado por nada ni nadie.
    Así llegamos a Ibiza. Tres guapísimas treintañeras aterrizando en Ibiza para simplemente disfrutar de esta loca aventura y reírnos mucho. No importa si pasa algo, si aparece el conejillo de indias o simplemente hacemos un ridículo espantoso. Según nuestra actitud, estoy segura que divertido va a ser...

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  4. Director consorte

    "Un estúpido engreído; eso es lo que es", me repetía mentalmente mientras sujetaba la manilla de la puerta del despacho, por última vez, antes de salir dando un sonoro portazo con el que zanjaba definitivamente nuestra relación profesional de los últimos cinco años; los mismos que llevaba compartiendo su vida y su cama.
    "Se cree superior sólo porque en la puerta de su despacho hay una placa que dice que es el director. A veces me recuerda a mi perro, porque más que hablar su especialidad es ladrar y cada ladrido que sale de su boca cada vez que nos llama a capítulo -cada vez con más frecuencia en los últimos días- viene a acrecentar el desprecio de todo el bufete hacia él.
    Es un hombre gris, pero con contactos. Su suegro es el dueño de la empresa. Sin el parentesco que les une no sería nada, pero ¿quién, si no hubiera sido él, habría querido cargar con la fea de la hija del propietario, hoy su fiel y leal esposa?.
    Sólo un estúpido engreído como él", me decía a mí misma.
    "No, no estoy despechada porque no me haya querido regalar esas joyas tan maravillosas que lucían en el escaparate de la joyería de la milla de oro que vimos cuando dimos el último paseo antes de que definitivamente nos enfadáramos".
    "Para nada. Yo no soy de esas que se deja camelar por unas simples alhajas", me digo convencida.
    Es cierto que él estaba bastante agitado cuando le comuniqué mi intención de dejarle. Pero pienso que estaba más preocupado por si le iba a hacer chantaje emocional o económico que a su preocupación por perderme.
    "¿Sólo por unas malditas joyas quieres echar a perder estos estupendos años de encuentros clandestinos?, me preguntó el muy estúpido. Está visto que no me conoce. Ni siquiera ha sabido interpretar los gestos de amor que le dedicaba en sus interminables reuniones de trabajo a las que me convocaba para hablarme de los asuntos del despacho. ¡Qué hombre más gris!.
    "¡Vaya cuento que tienes!, se limitaba a responderme cuando le hacía mi caída de ojos preferida como antesala de una loca noche de amor.
    Pero me equivoqué. El órdago me lo ha dado él cesándome. Dice que sólo cumple órdenes de su suegro. El de los contactos. Ni siquiera por una vez ha tenido él la iniciativa. "¡No me importa!", reflexiono en voz alta para convencerme de que es mejor así mientras sigo introduciendo en esta caja de cartón mis escasas pertenencias: apenas las fotos de mis hijos y de mi perro; un par de agendas y una tablet donde guardo todos sus contactos, porque a pesar de ser un hombre gris está bien relacionado. Por sus lazos de parentesco".
    No voy a perder tiempo. Mi primer objetivo va a consistir en pedir trabajo en la oficina de enfrente. He visto que hay un director financiero muy respetado y con mucho dinero, aunque no me atraiga mucho su barriga cervecera y sus cuatro pelos. He oído que también está casado y tiene una mujer más fea que la de mi ya ex-director. No soy una mujer rencorosa, ni despechada. Para nada. Va a ver ese estúpido engreído que es lo que se ha perdido al dejarme marchar de su lado. Voy a darlo todo, pero todo, todo.

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