viernes, 25 de octubre de 2013

25 OCTUBRE 2013

Viernes, 25 de octubre de 2013




1980Se descubre en Cádiz el teatro romano más antiguo de España.
1978Cataluña y Euskadi aprueban en referéndum sus estatutos de autonomía.
1936Creación del eje Berlín-Roma, mediante la firma de un Tratado entre Alemania e Italia.
1920Tras setenta y tres días de huelga de hambre, fallece el patriota irlandés Terence Mac Swiney, que protestaba por su encarcelamineto por los ingleses.
1878Atentado contra Alfonso XII por el anarquista Juan Oliva en la calle Mayor de Madrid. El monarca resultó ileso.
1838Nace el compositor francés George Bizet.
1825Uruguay se independiza del Brasil.
1555Carlos V abdica del trono imperial y de sus posesiones alemanas en su hermano Fernando

Se abren otros nuevos mundos en la escritura para mi. Particularmente he entrado en el mundo de la escritura de posts y artículos técnicos en el blog de A un click de las TIC (http://www.aunclicdelastic.com/), donde espero que en algún momento publiquen un texto mio y donde ya han escrito alguno de nuestros ilustres autores de cuentos.

Pero no os preocupéis, seguiré fiel a este proyecto que es el que me gusta y ocupa los huequitos que puede en mi tiempo diario.

Para esta semana, cinco nuevas palabras:

NUEVE
ATACAR
LEVADIZO
SALTO
INTERPRETE

PD: Las últimas entradas han tenido palabras ciertamente difíciles de combinar. Estas, sobre el papel parecen más asequibles. Así que, vamos al lio.

5 comentarios:

  1. EL VALOR DE NUEVE DIAS

    ¡Nueve días y nueve noches! ¡Nueve! Para rodar estos pocos segundos. ¡¡Pero qué segundos!!

    Aunque eso no fue lo peor. Nunca había vivido antes tantas desgracias juntas. Dos años litigando por los derechos. La detención del productor justo cuando vamos a empezar. El puente levadizo carcomido que se hundió apenas los extras comenzaron a atacar el castillo. Los intérpretes, locos de amor al principio, que se odiaban a muerte al cabo de cinco días de rodaje, que tenían a todo el equipo esperando a que acabasen de retozar cuando se reconciliaban, que se negaban a comer en el banquete por miedo a engordar. Cada escena con beso era un salto en el vacío. Nadie sabía cómo podía terminar. La intoxicación que dejó al equipo fuera de combate durante cuatro días. El incendio que obligó a re-confeccionar todo el vestuario… Ciertamente no, no podría repetirlo.

    Pero bien está lo que bien acaba. Ahora estoy aquí, en el Kodak Theatre esperando a que digan mi nombre como mejor director. Lo soy y lo sé. Gracias a esa escena este año no se me escapa.

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  2. CON ESTA NUEVE VECES

    ¿Quién me mandaría a mí presentarme a ese maldito casting? ¿Qué hago yo aquí con lo a gustito que podría yo estar en casa viendo el “Sálvame”?

    Pero aquí me tenéis, sentado en una de las tazas de los wáteres portátiles que la productora ha puesto para los extras. Nos ha atacado a casi todos un virus intestinal que está dejándonos en los huesos, una intoxicación alimentaria dicen… joder, la venganza de Moctezuma es lo que es. ¿No querían que pareciésemos esclavos? Pues ahora mismo, con las caras demacradas por el dolor de tripas y los kilos que hemos perdido por la diarrea no necesitamos apenas maquillaje para ser los mejores esclavos que jamás hayan aparecido en la pantalla.

    Espero que el rodaje de la película se acabe pronto y esta sea la última “plaga” que nos aceche, porque al principio ya pasó lo del puente levadizo, que se deshizo como el cartón mojado en cuanto todos los extras dimos un salto para tomar el castillo de atrezzo.
    Aparte de los esquizofrénicos de los protagonistas, que un día se odian a muerte y el siguiente todo el equipo, incluidos nosotros, podíamos escuchar los gritos de sus polvos por todo el plató.

    Oigo la voz chillona del director: “Extras… hurry up!!! Lets go to the set!!!”, y un segundo después el gilipollas de turno: “¡Los esclavos, a rodar!”. Para repetir gritos no hace falta contratar a ningún interprete.

    Tratando de soportar el dolor de tripas y escuchando los ruidos de queja que mis intestinos profieren, salgo de la casetilla del servicio portátil. Nueve veces he venido ya con esta.

    Tengo el culillo escocido y el ánimo tan por los suelos que sólo consigo aparecer en el plató gracias a que me repito como un mantra… “Jose Luis tienes que aparecer en esta peli, que seguro que este director termina en el Kodak Theatre llevándose un Oscar”.

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  3. QUIEN ATACA A QUIEN

    Vivo en un castillo. No tengo una gran fortuna, pero las herencias y mi reposado ritmo de gastos facilitan que tenga una vida de gran señor.

    Mi padre sirvió en la carrera diplomática trabajando como interprete en diferentes embajadas alrededor del mundo y cuando se retiró, con el patrimonio que fue ahorrando, pudo adquirir esta pequeña residencia feudal, rodeada de varias hectáreas de tierra.

    El castillo, situado sobre una suave colina, domina un extenso bosque. Una carretera angosta y abandonada pasa por delante de nuestro puente levadizo, que nunca jamás he visto levantar. En su foso nadan ahora los cisnes y dudo mucho que antaño hubiese sido capaz de disuadir las ganas de atacar a ningún ejército.

    Delante del castillo se extiende el lúgubre bosque; a la derecha, la carretera discurre a lo largo de un pequeño riachuelo que serpentea a través de la espesura.

    El lugar es solitario, como a mí me gusta. Juzgue el lector si digo la verdad. El bosque que rodea nuestro castillo se extiende veinte kilómetros a la derecha y doce a la izquierda. El pueblo habitado más próximo está hacia el este, a una distancia aproximada de nueve kilómetros.

    He dicho el pueblo habitado más próximo, porque al oeste, sólo a dos kilómetros hay un pueblecito en ruinas con su iglesia gótica también en ruinas, donde están las tumbas de la orgullosa familia Villavicencio, extinguida hace tiempo y anterior dueña de mi castillo y morada.

    Como todo castillo, este tiene su misterio y como no, su fantasma. Un misterio que habla de la extraña muerte de su dueño. Muchos no se creen la versión oficial que la policía declaró en su momento, de que Juan pusiera intencionadamente fin a su vida.

    Las personas cercanas pensaron que su muerte no pudo ser vulgar, al igual que no lo fue su vida. Juan era cruel, violento y enigmático y apareció muerto en su habitación con el revólver en la mano derecha. Una bala le cruzaba la cabeza. Junto a él, el alcohol, más concretamente el cognac, su compañero inseparable.

    La historia del señor del castillo estaba llena de excentricidades y locuras. De espectaculares borracheras que desataban sus instintos más brutales y su vida acabó siendo un casi continuo estado de embriaguez.

    Jugaba a la ruleta rusa, disparaba tiros al campanario de la iglesia, entraba a caballo en los salones, echaba a las mujeres desnudas a la calle dando saltos detrás de ellas.

    Sin ninguna duda, un alma tan atormentada no podía salir de estas paredes, condenándose a vagar infinitamente por este castillo.

    Pero esperad… oigo ruidos en el salón de abajo… Sí, han vuelto con sus cámaras infrarrojas, sus modernos detectores de campos electromagnéticos, sus grabadoras de psicofonías y toda la parafernalia digna de la película de caza fantasmas.

    “¡Juan!¡Juan!... Si estás aquí manifiéstate.”

    Me llaman de nuevo. Esperadme. Vuelvo en un momento.

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  4. El Nueve, rojo
    Berta estaba preparándose, es tan guapa que con poco se pone explosiva. No le hace falta ni escotes ni mini-faldas. Da igual si va con deportivas que con taconazo.
    La pillé mirando mis zapatos rojos, levantó la mirada y me soltó con esa sonrisa maliciosa su gran frase, son del nueve. Esta noche me los pongo.
    Así apareció en el restaurante, vestida de negro con mis zapatos rojos del nueve dispuesta para atacar. No iba muy pintada, lo justo, un poco los ojos y algo de carmín rojo en los labios.
    Al vernos a lo lejos, pegó un salto en lugar de bajar los dos escalones y ya estaba junto a nosotras. Las tres dispuestas a divertirnos.
    Al llegar al restaurante y sentarnos en la mesa, yo diría que necesitábamos un intérprete pero estas cosas con Berta, nunca son necesarias. Empezó a preguntar al camarero alemán como si el inglés fuera su idioma materno. De la misma manera, sirvió de puente levadizo entre los extranjeros que cenaban en la mesa de al lado.
    En los postres ya estábamos todos juntos. Pagamos y nos acercamos a la barra a tomar la copa, había como una especie de disco al lado donde teníamos la intención de ir. Era la siguiente parada.
    Pero a la disco ya no llegó Berta, de forma misteriosa desapareció como el italiano que se había unido a nuestra conversación y risas en la barra de aquel maravilloso restaurante.
    Que rapidez y que buena pareja hacen este par de dos.
    Me di media vuelta al sentir un escalofrío por todo el cuerpo cuando alguien solo con un dedo acarició mi espalda de arriba abajo marcando un camino.

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  5. UN SALTO AL VACÍO

    Estaba dispuesto a emprender una nueva vida. Era un salto sin paracaídas y sin frenos, pero no le importaba arriesgar. Siempre había sido un luchador. Le había comentado al médico que se sentía atrapado en un cuerpo equivocado y al facultativo se le había escapado una ligera sonrisa.
    "Eso mismo me han dicho todas las personas que le han precedido en la intervención quirúrgica", explicó con la monotonía del que está acostumbrado a decir siempre lo mismo.
    Quería ser una mujer. Había potenciado su parte femenina al extremo. Quizá era influencia de su madre y sus tías solteras. Le habían sobreprotegido toda la vida. Era hijo de soltera y había estado rodeado de un matriarcado.
    Quería ser una más para cerrar el círculo. Odiaba a los hombres, empezando por el bastardo del padre que no le había reconocido.
    A veces soñaba con la operación y se veía a sí mismo caminando por un puente levadizo. El cirujano estaba al otro lado del puente y nunca llegaban a encontrarse porque, en mitad del sueño, se tenía que levantar al baño. Se ponía nervioso.
    La hora H del día D había llegado. La intervención era a las 9 de la mañana y todo estaba ya dispuesto en el quirófano. No era religioso, pero se santigüó varias veces. Manías heredadas de su familia materna. Iba al quirófano con todas sus ilusiones, aunque no podía evitar estar muerto de miedo. Era como si vinieran a atacar varios batallones a un Ejército mermado. Él, por supuesto, estaba en desventaja. Siempre lo había estado. No quería seguir divagando. Debía ser la anestesia la que le estaba produciendo esos pensamientos tan extraños. A los pocos instantes de sentir el pinchazo en el brazo, empezó a notar que se sumía en un sueño profundo. Su cuerpo empezó a relajarse hasta que dejó de escuchar el sonido de las voces de los médicos y enfermeras que rodeaban la mesa de operaciones.
    Cuando volvió a abrir los ojos tenía todo el cuerpo vendado. A su lado, estaban su madre y sus tías. Todavía le dolían todos los huesos.
    "¿Está usted psicológicamente preparado para que le despojemos de las vendas?, me preguntó el médico.
    "Todavía no recuerda nada. Está bajo los efectos del estréss postraumático habitual en estos casos. Vendremos cuando esté un poco más recuperado", le dijo a un colega y a continuación se marchó rodeado de su séquito de acompañantes.
    Aún no me han dado el alta médica. No sé por qué nadie me dice cómo he quedado de la operación de cambio de sexo. Hace unos días vino otro médico que dijo que era ruso, como yo, para servir de intérprete con la Policía después de que un grupo de delincuentes rumanos me atacara para robarme mi moto y todo mi dinero. No sé de qué me hablan. Yo sólo soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre y quiero volver a casa con mi madre y mis tías. Sólo ellas me entienden.

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