viernes, 9 de octubre de 2015

09 OCTUBRE 2015

Viernes, 9 de octubre de 2.015
[San Abraham patriarca, San Bernardo de Rodez, San Cirilo Beltrán, San Deusdedit de Montecasino, San Dionisio, San Domino de Julia, San Gisleno de Hainaut, San Guntero de Brevnov, San Héctor Valdivielso, San Inocencio de la Inmaculada Canoura y compañeros, San Juan Leonardi, San Luis Bertrán, Santa Publia de Antioquía, San Sabino de Bigorre, San Julián Alfredo, San Vitoriano Pio, San Benjamín Julián]




1238Jaume I el Conquistador entra en Valencia tras la capitulación de los árabes.
1961Legalizado el Partido Comunista en Estados Unidos.
1957Eisenhower reconoce legalmente los derechos civiles de la población negra en Estados Unidos.
1874Firma del Convenio internacional de Berna, más conocido por Unión Postal Universal.
1820Declaración de independencia de Ecuador.
1962Uganda se independiza después de 70 años de gobierno británico.
1988El escritor portugués José Saramago es galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
1957El presidente Dwight Eisenhower promulga una nueva ley sobre los derechos civiles de la población negra estadounidense.
1941Golpe de Estado incruento en Panamá, que lleva al poder a Ricardo Adolfo de la Guardia.
1776Dos franciscanos establecen una misión para indios, primera colonización en el actual emplazamiento de la ciudad de San Francisco en California.
1547Miguel de Cervantes es bautizado en Alcalá de Henares. Algunos investigadores apuntan como fecha de su nacimiento el 29 de septiembre.
[Fuente: efemerides.net]


Esta semana ha sido la primera vez que he ido a un concierto. Sí... han tenido que pasar más de cuatro décadas para que un servidor accediese a ir a un concierto en directo.

Siempre he pensado que como en un disco o un CD era imposible que se escuchase una canción con mayor calidad. Que nada mejor que estar sentado cómodamente en tu sillón más cómodo para escuchar a tu grupo preferido que de pie dando saltos y rodeado de gente desconocida y sudorosa. Que por mucho espectáculo que moviese un grupo de música no podría ser mejor que el montaje de un musical o un teatro.

Pues realmente, qué equivocado estaba.

Es cierto que como dice mi mujer, he puesto el listón muy alto al ser mi primer concierto el de U2, pero de verdad, ¡qué pasada! Me ha encantado... espero ser fan asiduo de los conciertos en directo.

Aún con la resaca "conciertera" en el cuerpo aparecen las nuevas cinco palabras de la semana:

COBARDE
POZO
LLAMAS
APUESTA
ENANO


Adelante con ellas...... "People have the power!!"

2 comentarios:

  1. APUESTA POR TU SUERTE

    Un poco de frío le hizo refugiarse un poco más en el edredón. Morfeo abandonaba perezosamente su cuerpo cuando la sensación de duermevela desapareció inmediatamente para transformarse en angustia. Se levantó como un resorte y encendió instintivamente la luz de la mesilla… “Mierda, mierda, ¡no ha sonado el despertador!”

    La pantalla digital marcaba las ocho y cuarto. Tres cuartos de hora tarde. “Joder, ¡qué mala suerte! Justo hoy.”

    El retraso, aunque asumible, había consumido buena parte del colchón de seguridad con el que planificaba sus viajes.

    Se aseó, se vistió y volcó literalmente una taza café ardiente y estimulante sobre su garganta.

    A la carrera recogió su portátil y corrió como el viento. Pulsó el botón de llamada del ascensor hasta quince veces en apenas un segundo. No reparó hasta un instante después en el cartel de AVERIADO que colgaba a escasos centímetros de su rostro. “Jooooooder…. Me crecen los enanos.”

    Sin pensarlo dos veces bajó las escaleras de tres en tres. Jadeando y algo mareado llegó a la calle y corrió hasta la parada de taxis más cercana. Ni un solo vehículo se veía aparcado o merodeando los alrededores. “¿Qué te apuestas a que están de huelga? Con la puta suerte que tengo hoy…”.

    Corrió un par de manzanas mirando alrededor de todos los cruces esperando divisar en la lejanía alguna lucecita verde que le diese la esperanza de llegar a tiempo al aeropuerto.

    Comenzó a chispear tímidamente, “increíble, y el paraguas en casa”. Al instante las gotitas tornaron en auténticos cubos de agua de pozo helada. Veinte minutos más tarde, calado hasta los huesos y maldiciendo a la meteorología, aullaba a la nuca de un taxista que le llevase al aeropuerto lo más rápidamente posible.

    No habían recorrido ni diez kilómetros cuando un humo negro y unas incipientes llamas aparecían por el capó. No paraba de renegar a una distancia prudencial mientras veía arder el coche junto al chofer. “¿Pero qué cojones me pasa hoy? Estoy gafado”.

    Consiguió subir en otro taxi. Si no tenía más incidentes podría aún no perder el avión.

    A toda prisa y según cruzaba el hall de la terminal miró la pantalla donde se indicaba su puerta de embarque: “¡¿T4?!... pero si es la terminal satélite. Eso está a tomar por el culo. Pero de que me extraño, hoy era de esperar. Maldita suerte la mía.”

    Aun sabiendo que llegaría absolutamente tarde, que era materialmente imposible que llegase a la terminal en los dos minutos que quedaban para que se cerrase el embarque, corrió y corrió.

    Imploró un poco de compasión, lloró de forma cobarde, balbuceó promesas imposibles, maldijo la suerte que le estaba persiguiendo durante todo el día e incluso se arrodilló para que la azafata de la puerta de embarque le dejase atravesar el pasillo del finger, pero todo fue en vano. Solo pudo ver a través de los cristales como su avión se alejaba hasta la pista de despegue y ganaba velocidad para elevarse sobre el cielo nublado de la ciudad.
    Abatido por sus planes destrozados, giró en redondo con la intención de volver a casa, meterse en la cama y reiniciar este día tan nefasto.

    Fue en ese instante cuando cruzó su mirada con ella. Una conexión inusual, un golpe inesperado, algo que le recorrió el cuerpo y le dejó mareado pero contento. Una corriente eléctrica le produjo una sensación totalmente placentera, sintió en ese momento que podía hacer cualquier cosa, estaba eufórico, lleno de energía y sobre todo, se dio cuenta de que la felicidad existía. Fue un auténtico flechazo.

    Agradeció que el despertador no sonase, que el ascensor estuviese averiado, que lloviese a mares y no pudiera encontrar un taxi en varia manzanas, que ardiese el maldito motor, que la terminal estuviera en el infinito o más allá y que la azafata de la puerta de embarque fuese tan intransigente. Por todo eso pudo encontrar al amor de su vida. Se alegró enormemente y dio mil veces las gracias por la suerte que había tenido ese día.

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  2. ¡Cobarde, gallina, capitán de la sardina!

    Tenía la cancioncilla metida en la cabeza y no era capaz de sacarla. ¡Cobarde, gallina, capitán de la sardina!. Volvía una y otra vez a mi cabeza martilleándome, como una retahíla sin fin.
    Mi secretaria entró en ese momento en el despacho. "¿Necesita algo más o me puedo ir?", me inquirió con esos ojos melosos con los que me miraba siempre los viernes, cuando ya rondaban las siete de la tarde, después de una intensa jornada de trabajo.
    "No. Ya está todo, gracias. Puedes irte", le contesté intentando evocar la mirada más seductora que recordaba del actor Paul Newman, el ídolo de mi ex esposa y de mi antigua amante.
    "Cobarde, gallina, capitán de la sardina", seguía sonando cada vez con más fuerza en mi cabeza. "¿Pero qué estupidez es ésta?", me autointerrogaba mientras me servía un wiskhy para olvidar la horrorosa jornada de hoy.
    No había logrado cerrar un solo contrato con los socios extranjeros. La apuesta era arriesgada, aunque parecía que estaba abocada al éxito. Pero yo no me sentía con ganas. Mis dos mujeres me habían casi arruinado y no sabía si el dinero que había ganado en el juego me daría para alguna alegría más.
    Estaba metido en un pozo y no sabía cómo salir. Mi vida se desvanecía como un rascacielos en llamas. Iba del cielo al infierno en cuestión de segundos.
    Mi vida se derrumbaba poco a poco y yo asistía a mi caída como un espectador más.
    "Cobarde, gallina, capitán de la sardina", se oía a lo lejos la cancioncilla que a mí se me había instalado en la cabeza. Pero esta vez se oía más cerca.
    Igual no estaba solo.
    Con algo de dificultad -estos whiskys cada vez son de peor calidad- conseguí acercarme al despacho contiguo. Era el de mi ex socio. Otro que me había abandonado a mi suerte. Ahí, en una esquina, tapado con una manta -azul, para más señas- estaba el loro. Un pájaro enano que repetía sin cesar como en una letanía: "cobarde, gallina, capitán de la sardina".
    Misterio desvelado.

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